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Nieblas mil…

La niebla es un fenómeno atmosférico al que los ciudadanos de Valladolid estamos bien acostumbrados. Este otoño-invierno está siendo especialmente prolífico en días grises, habiéndose contabilizado un total de 26 jornadas con presencia de brumas entre el 26 de noviembre y el 13 de enero. La niebla, cuanto es densa y persistente, como suele ocurrir en Valladolid, transforma los paisajes policromáticos en una suerte de cúpula gris que parece perseguirnos allá donde vayamos y que limita nuestro campo visual a unos pocas decenas de metros, o cientos en el mejor de los casos, a nuestro alrededor. Las formas y líneas de todo cuanto nos rodea se diluyen o desaparecen como por arte de magia, provocando en las personas una sensación extraña de aislamiento y soledad, aunque la realidad es que más allá de lo que la niebla nos permite observar, la actividad sigue siendo la misma que en las jornadas de cielos despejados. En Valladolid estamos acostumbrados a concatenar varios días consecutivos sin ver el sol, por lo que cuando por fin se disipa la calima, como en el día de ayer, no podemos evitar sentir una suerte de liberación. De nuevo aparece ante nosotros el paisaje desaparecido días atrás, nuestra visibilidad se mide ahora en kilómetros y los tímidos rayos del sol invernal vuelven a iluminar la ciudad y dan volumen a las formas que nos rodean.
Pero, ¿sabemos qué son las nieblas? En realidad las brumas están formadas por gotas de agua o cristales de hielo, de tamaño minúsculo, que flotan en el aire a baja altura. Ciertamente no son otra cosa que nubes cuya base se encuentra a nivel del suelo, considerándose niebla cuando la visibilidad está por debajo de un kilómetro. La condensación del vapor de agua contenido en el aire se produce por sobresaturación de vapor de agua o por enfriamiento de la masa de aire, siendo esto último lo que suele ocurrir en Valladolid, dando lugar a un tipo de nieblas de radiación que se denominan nieblas de valle.
Como todos sabemos, la ciudad de Valladolid se ubica en el fondo del valle del río Pisuerga, que a nivel más general forma parte de la cuenca del Duero. Cuando durante los periodos más fríos del año se sitúan anticiclones sobre la península, con cielos despejados que favorecen el enfriamiento rápido de la superficie terrestre durante la noche, en los valles pueden producirse situaciones de inversión térmica. En tales situaciones el aire frío queda atrapado a nivel del suelo, quedando una capa de aire más caliente por encima de éste. Durante la noche el aire atrapado se enfría aún más, provocando la saturación de vapor de agua en el aire y la consecuente formación de gotitas visibles. Si el anticiclón de turno permanece estable, el fenómeno puede repetirse día tras día.
Pero no pensemos que en Valladolid únicamente se producen nieblas durante el otoño y el invierno. Aunque mucho menos frecuentes, también se pueden producir nieblas en periodos más cálidos. Es el caso de las nieblas de vapor que se generan en el río cuando una masa de aire frío se desplaza sobre la superficie más caliente del agua. En este caso el agua se evapora y al entrar en contacto con el aire frío se alcanza el punto de rocío, el vapor de agua se condensa en minúsculas gotitas y se forma nieblas, que suelen tener escaso espesor y se disipan en cuanto el sol comienza a calentar el aire de la superficie.

La niebla es un fenómeno atmosférico al que los ciudadanos de Valladolid estamos bien acostumbrados. Este otoño-invierno está siendo especialmente prolífico en días grises, habiéndose contabilizado un total de 26 jornadas con presencia de brumas entre el 26 de noviembre y el 13 de enero.

La niebla, cuanto es densa y persistente, como suele ocurrir en Valladolid, transforma los paisajes policromáticos en una suerte de cúpula gris que parece perseguirnos allá donde vayamos y que limita nuestro campo visual a unos pocas decenas de metros, o cientos en el mejor de los casos, a nuestro alrededor. Las formas y líneas de todo cuanto nos rodea se diluyen o desaparecen como por arte de magia, provocando en las personas una sensación extraña de aislamiento y soledad, aunque la realidad es que más allá de lo que la niebla nos permite observar, la actividad sigue siendo la misma que en las jornadas de cielos despejados.

En Valladolid estamos acostumbrados a concatenar varios días consecutivos sin ver el sol, por lo que cuando por fin se disipa la calima, no podemos evitar sentir una suerte de liberación. De nuevo aparece ante nosotros el paisaje desaparecido días atrás, nuestra visibilidad se mide ahora en kilómetros y los tímidos rayos del sol invernal vuelven a iluminar la ciudad y dan volumen a las formas que nos rodean.

Pero, ¿sabemos qué son las nieblas?

En realidad las brumas están formadas por gotas de agua o cristales de hielo, de tamaño minúsculo, que flotan en el aire a baja altura. Ciertamente no son otra cosa que nubes cuya base se encuentra a nivel del suelo, considerándose niebla cuando la visibilidad está por debajo de un kilómetro. La condensación del vapor de agua contenido en el aire se produce por sobresaturación de vapor de agua o por enfriamiento de la masa de aire, siendo esto último lo que suele ocurrir en Valladolid, dando lugar a un tipo de nieblas de radiación que se denominan nieblas de valle.

Como todos sabemos, la ciudad de Valladolid se ubica en el fondo del valle del río Pisuerga, que a nivel más general forma parte de la cuenca del Duero. Cuando durante los periodos más fríos del año se sitúan anticiclones sobre la península, con cielos despejados que favorecen el enfriamiento rápido de la superficie terrestre durante la noche, en los valles pueden producirse situaciones de inversión térmica. En tales situaciones el aire frío queda atrapado a nivel del suelo, quedando una capa de aire más caliente por encima de éste. Durante la noche el aire atrapado se enfría aún más, provocando la saturación de vapor de agua en el aire y la consecuente formación de gotitas visibles. Si el anticiclón de turno permanece estable, el fenómeno puede repetirse día tras día.

Pero no pensemos que en Valladolid únicamente se producen nieblas durante el otoño y el invierno. Aunque mucho menos frecuentes, también se pueden producir nieblas en periodos más cálidos. Es el caso de las nieblas de vapor que se generan en el río cuando una masa de aire frío se desplaza sobre la superficie más caliente del agua. En este caso el agua se evapora y al entrar en contacto con el aire frío se alcanza el punto de rocío, el vapor de agua se condensa en minúsculas gotitas y se forma nieblas, que suelen tener escaso espesor y se disipan en cuanto el sol comienza a calentar el aire de la superficie.

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