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Árboles singulares en Valladolid

El periodo más tórrido del año, generalmente circunscrito a los meses de julio y agosto, supone, en el ámbito de la naturaleza, algo así como un ‘stand by’ medioambiental, un momento de relajación y calma que se activa una vez toca a su fin el convulso periodo primaveral. Muchas de las plantas que con sus flores transformaron los paisajes monocromáticos en paletas de pintor, han llegado al ocaso de su ciclo vital y ahora, agostadas, transforman los verdes campos en extensos lienzos pajizos que, estoicamente, soportan los rigores del implacable sol de mediodía. La cubierta arbustiva y arbórea de los bosques, riberas y parques ha adoptado el definitivo tono aceitunado con que se mostrarán hasta la llegada del otoño; mientras, la frenética actividad reproductora a la que muchas aves se habían entregado durante los meses anteriores, se ha sosegado con la emancipación de la mayoría de los jóvenes retoños. Pero esto no implica que la observación de la naturaleza nos esté vetada hasta los albores del otoño. Los rigores climáticos del periodo estival invitan a permanecer a resguardo la mayor parte del día, a la espera de que el termómetro nos dé un respiro. Y es durante estos periodos de temperaturas más llevaderas, generalmente durante la mañana o ya cerca del crepúsculo, cuando podemos echarnos a las calles y plazas, y recorrerlas en busca de esos rincones donde se encuentran los ejemplares arbóreos más emblemáticos de la ciudad. 38 ejemplares distribuidos por todo el casco urbano y que han sido catalogados en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) como de especial protección en virtud de su edad, porte, forma o rareza en el contexto urbano.
Como cabe esperar de un catálogo de árboles urbanos, la mayor parte de los especímenes pertenecen a especies alóctonas, ya que, por tradición, el arbolado urbano se ha nutrido de especies de otros lugares del mundo, bien por sus características morfológicas, bien por su rareza o adaptabilidad. En este primer grupo se encuentran las imponentes sequoias de los barrios de la Victoria y la Overuela, ambas con cerca de 200 años de edad y más de 35 metros de altura; los cedros de El Campo Grande, Plaza San Pablo, Arco Ladrillo, Paseo Juan Carlos Primero o el vivero forestal, todos ellos con alturas que oscilan entre los 20 y 25 metros; los cipreses de Campo Alba y el instituto Zorrilla; el sauce llorón y el olmo siberiano del Paseo de Las Moreras; o la albizia de la calle Urano en el barrio de La Victoria, ejemplar incluido en el catálogo en virtud de su rareza en la ciudad.
Entre las especies propias de la península ibérica destacan la gran encina del Campo Grande, que con sus más de 25 metros de altura se erige como uno de los arboles más impresionantes del parque; el tejo del Viejo Coso, también de gran interés al ser una especie adaptada a ambientes más húmedos y frescos; el álamo negro del Campo Grande, con alrededor de 30 metros de altura; el saúco de la calle Santuario, perteneciente a una especie que suele presentar porte arbustivo, pero que en el caso de este ejemplar, con más de 80 años de edad, el porte es arbóreo y presenta varios troncos principales; o los almeces del Paseo del Cementerio, otra especie con escasa representación en la ciudad.
Contemplar estos árboles vetustos o de enormes dimensiones puede servirnos de acicate para reflexionar sobre cuál debe ser nuestro papel dentro de este impresionante entramado que es la biodiversidad, así como sobre cuáles son las actitudes que, como beneficiarios de la misma, debemos adoptar. El Museo de la Ciencia quiere contribuir a nuestra reflexión sobre estas dos ideas e invita a los ciudadanos a visitar la exposición ‘Enarbolar, Grandes árboles para la vida’ y conocer el significado que estos gigantes ancianos tienen para la sociedad y para los habitantes de los pueblos y ciudades en los que se ubican.
Las fotos corresponden a la sequoia del canal de Castilla, en el barrio de La Victoria, y a los cedros de la plaza de La Trinidad. En el siguiente enlace puedes acceder a una aplicación que ubica geográficamente los ejemplares y muestra una imagen de cada uno de ellos.
https://www.google.com/maps/d/viewer?mid=z_dwEBgdrBDo.kMSH_CerFMwU&hl=en_US
Cedros de la plaza de La Trinidad

Cedros de la plaza de La Trinidad

El periodo más tórrido del año, generalmente circunscrito a los meses de julio y agosto, supone, en el ámbito de la naturaleza, algo así como un ‘stand by’ medioambiental, un momento de relajación y calma que se activa una vez toca a su fin el convulso periodo primaveral.

Muchas de las plantas que con sus flores transformaron los paisajes monocromáticos en paletas de pintor, han llegado al ocaso de su ciclo vital y ahora, agostadas, transforman los verdes campos en extensos lienzos pajizos que, estoicamente, soportan los rigores del implacable sol de mediodía. La cubierta arbustiva y arbórea de los bosques, riberas y parques ha adoptado el definitivo tono aceitunado con que se mostrarán hasta la llegada del otoño; mientras, la frenética actividad reproductora a la que muchas aves se habían entregado durante los meses anteriores, se ha sosegado con la emancipación de la mayoría de los jóvenes retoños.

Pero esto no implica que la observación de la naturaleza nos esté vetada hasta los albores del otoño. Los rigores climáticos del periodo estival invitan a permanecer a resguardo la mayor parte del día, a la espera de que el termómetro nos dé un respiro. Y es durante estos periodos de temperaturas más llevaderas, generalmente durante la mañana o ya cerca del crepúsculo, cuando podemos echarnos a las calles y plazas, y recorrerlas en busca de esos rincones donde se encuentran los ejemplares arbóreos más emblemáticos de la ciudad. 38 ejemplares distribuidos por todo el casco urbano y que han sido catalogados en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) como de especial protección en virtud de su edad, porte, forma o rareza en el contexto urbano.

Sequoia del canal de Castilla, en el barrio de La Victoria

Sequoia del canal de Castilla, en el barrio de La Victoria

Como cabe esperar de un catálogo de árboles urbanos, la mayor parte de los especímenes pertenecen a especies alóctonas, ya que, por tradición, el arbolado urbano se ha nutrido de especies de otros lugares del mundo, bien por sus características morfológicas, bien por su rareza o adaptabilidad. En este primer grupo se encuentran las imponentes sequoias de los barrios de la Victoria y la Overuela, ambas con cerca de 200 años de edad y más de 35 metros de altura; los cedros de El Campo Grande, Plaza San Pablo, Arco Ladrillo, Paseo Juan Carlos Primero o el vivero forestal, todos ellos con alturas que oscilan entre los 20 y 25 metros; los cipreses de Campo Alba y el instituto Zorrilla; el sauce llorón y el olmo siberiano del Paseo de Las Moreras; o la albizia de la calle Urano en el barrio de La Victoria, ejemplar incluido en el catálogo en virtud de su rareza en la ciudad.

Entre las especies propias de la península ibérica destacan la gran encina del Campo Grande, que con sus más de 25 metros de altura se erige como uno de los arboles más impresionantes del parque; el tejo del Viejo Coso, también de gran interés al ser una especie adaptada a ambientes más húmedos y frescos; el álamo negro del Campo Grande, con alrededor de 30 metros de altura; el saúco de la calle Santuario, perteneciente a una especie que suele presentar porte arbustivo, pero que en el caso de este ejemplar, con más de 80 años de edad, el porte es arbóreo y presenta varios troncos principales; o los almeces del Paseo del Cementerio, otra especie con escasa representación en la ciudad.

Contemplar estos árboles vetustos o de enormes dimensiones puede servirnos de acicate para reflexionar sobre cuál debe ser nuestro papel dentro de este impresionante entramado que es la biodiversidad, así como sobre cuáles son las actitudes que, como beneficiarios de la misma, debemos adoptar.

El Museo de la Ciencia quiere contribuir a nuestra reflexión sobre estas dos ideas e invita a los ciudadanos a visitar la exposición ‘Enarbolar, Grandes árboles para la vida’ y conocer el significado que estos gigantes ancianos tienen para la sociedad y para los habitantes de los pueblos y ciudades en los que se ubican.

Las fotos corresponden a la sequoia del canal de Castilla, en el barrio de La Victoria, y a los cedros de la plaza de La Trinidad. En el siguiente enlace puedes acceder a una aplicación que ubica geográficamente los ejemplares y muestra una imagen de cada uno de ellos.

https://www.google.com/maps/d/viewer?mid=z_dwEBgdrBDo.kMSH_CerFMwU&hl=en_US

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